En el Sonajero anterior hablo del problema (no puedo hacerlo todo). Hoy vengo a hablar de la solución. Como sucede con casi cualquier dilema existencial, está dentro de mí.
Durante un tiempo he estado funcionando en varios ámbitos de mi vida con lo que Nietzsche llamaba “la estupidez de la mecánica”. La rueda gira sin preguntarse por qué gira, del mismo modo que las manecillas del reloj avanzan en el sentido de las horas. Yo he girado igual. De ahí mi pequeña crisis. Porque esa mera actividad, esa mera solución continua me convertía en un autómata, en un inhumano. El reloj avanza en el sentido del tiempo, pero es incapaz de darle sentido al tiempo.
Pienso en los animales. Los animales orientan toda su existencia a conservarla. El ser humano no. El ser humano es, por su superioridad, contemplativo. Hay una dimensión contemplativa de la vida. La continua actividad, sin el sosiego, no me convertía en un ejemplo de supertío y productividad: me convertía en un animal. Me acuerdo de una canción de Dylan, No time to think, que lo resume perfectamente. La urgencia lo engulle todo. No hay tiempo para pensar.
Pero yo no siempre he sido así. Publiqué un primer libro que se llamaba Buenas noches, inspirado por la figura parisina del flâneur. El flâneur es el paseante, el que divaga, el indeciso. En palabras de Walter Benjamin, el flâneur es el que se entrega sin pensar al espacio “que le guiña un ojo”, al “magnetismo de la próxima esquina, de una plaza lejana en la niebla, de la espalda de una mujer que camina por delante”. Evidentemente, ese joven airado que pateaba la noche madrileña en mi libro tenía mucho de mí. De alucinado, de inquieto. Y de conectado con las corrientes subterráneas de la vida humana. El inconsciente, el sueño, lo irreal. Un hombre libre. Un hombre que sabía, simplemente, esperar.
Porque la espera no espera nada. Ahí está toda su gracia. Le conté esto a mi abuelo y su respuesta fue “yo he perdido mucho el tiempo, y la verdad es que no me arrepiento de nada”. Divagar es mi destino. Divagar es mi manera de caminar.
FLECHITA PARA ARRIBA
Uno de los grandes placeres divagatorios (como dice Byung Chul-Han, el momento en el que “el lenguaje se pone en modo de contemplación”) es la poesía. He estado volviendo a leer los poemas de Garcilaso que no tocaba desde Bachillerato. Increíble. Aquí el Soneto V que también subí a Instagram:
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Me ha gustado mucho Gigante, el nuevo single de Leiva. Lo más atrevido que ha hecho en años.
FLECHITA PARA ABAJO
La tragedia de estos días en Valencia. Y el sentimiento de desamparo y estupefacción que ha venido después.