Una vez le leí al filósofo Javier Gomá que existe un tipo de persona que entiende la vida en términos matemáticos. El devenir de nuestros días es la incógnita y de nosotros depende despejarla; la vida, por tanto, es una compleja ecuación. Solo necesitamos la fórmula.
A mí se me parece más a la arena, que cuanto más la aprietas entre los dedos más se escapa. Pero creer en la fórmula te hace creer en que existe una solución, que los grandes problemas se pueden resolver de algún modo. Que hay un método capaz de ordenarlo todo.
Recuerdo a un compañero de la universidad que sacaba muy malas notas inventarse uno nuevo en cada periodo de exámenes. Vivir con el horario cambiado, grabarse recitando los temas para luego ponérselos como audiolibro mientras dormía, encuestar con verdadero ahínco a todos los alumnos de años anteriores. El cabrón era capaz de cualquier cosa menos de sentarse a estudiar. Pero él seguía creyendo en sus recetas milagrosas, en el truco, en la última vuelta del camino.
No es el único. Sobre este pensamiento mágico (y común), mezcla de vulnerabilidad y pereza, se levanta una gigantesca industria. Internet es hoy, además de otras cosas, un bazar en el que se anuncian métodos para adelgazar, para ser independiente financieramente, para concentrarse, para hacer deporte, para meditar, para ligar, para resultar más atractivo, para aprender inglés. Estamos a una fórmula mágica de hacer realidad los sueños, gracias a alguien que ha hackeado el sistema por nosotros, encontrado la grieta. Muchas veces empaquetado bajo la fórmula “lo que (inserte institución poderosa) no quieren que sepas”. Y cobrando, claro.
Sabina decía eso de “al infierno se va por atajos”. Y es que en realidad el método no es tal cosa. Cuando la gente pronuncia método en lo que realmente está pensando es en truco. Un truco que nos libre del esfuerzo, del talento o de la pura suerte. Eso es lo que venden los gurús de las redes sociales, y en lo que en el fondo creía mi compañero de uni: en los atajos.
A base de cogerlos suspendió tantas veces que lo acabaron echando de la carrera, y no lo volví a ver. El tío dejó unas cuantas técnicas curiosas y estampas de gloria por la noche de Madrid, pero los manuales de Derecho, por desgracia, intactos. No encontró la grieta, porque la solución estaba disponible para todos. Sencillamente, estudiar.
El método no es más que una forma de rodear el problema sin tocarlo. Los que comercializan con ello se apoyan en un único deseo: nuestras ganas de evitar enfrentarnos a los desafíos de la vida. Pero hay algo irónico, terriblemente irónico en todo esto. Al final lo que te ahorras es lo que más caro te sale.
FLECHITA PARA ARRIBA
El viernes estuve en la Feria de Sevilla invitado por Scalpers. Hacía tiempo que no me la pegaba tanto y tan bien. Qué puto gusto de fiesta.
FLECHITA PARA ABAJO
Lo que el Tío Pepe te da, el Tío Pepe te quita.
PD: esta semana empezaré a anunciar fechas de presentaciones por España. Deseando sacar a pasear mi libro.