La gente es la leche
Hay una expresión que se repite con frecuencia (que además se da en cualquier contexto, sin importar el origen, la edad o el sexo de quien la pronuncie) y que detesto con todas mis fuerzas. La gente es la leche. Suele acompañar un gesto de desaprobación por algo que ha hecho o dicho “la gente”, olvidando que la gente, como Hacienda, somos todos, y que tirar piedras contra el propio tejado dice más de quien las lanza que del tejado.
Pensando esto salgo a dar una vuelta. Tengo un gusto por el paseo que ya dejé patente en Buenas noches y que se mantiene hasta estos días, y que supongo seguirá hasta que la palme o las piernas me dejen de funcionar. La verdad es que adoro divagar, perderme entre la gente, salir a su encuentro. Mi vida creativa –la única vida que realmente habito– se basa en la pura fantasía, en los mundos hipotéticos, las historias, el amor.
Guardo convenientemente el móvil en mi dormitorio. No tengo muchos vicios, pero este es el peor. Alejado de la pantalla puedo por fin abstraerme en mí mismo, contraerme hasta el puro presente, el lugar desde el que imagino. Sin el punto de partida que es la presencia no se puede ir a ningún sitio. Los móviles hacen girar la cabeza sobre sí misma hasta que la marean y dan sensación de movimiento, como ese juego que hacíamos de niños en los campamentos de verano. Pero no viajan, no trascienden.
Cruzo amplias avenidas de Madrid, surcos, calles estrechas, edificios reconocibles y caras reconocibles, para mí o para el gran público. Voy desapareciéndome en las personas que salen a mi encuentro, en la humanidad. Hablamos de una forma extraña, con los ojos. Vidas que coinciden un momento y luego nunca más, deshacen el nudo invisible, siguen su camino. Para nada es infeliz. Las sustituyen otras personas, gente, más gente, mucha gente. Y hablamos sin parar.
En este diálogo silencioso con la masa humana de Madrid me enamoro varias veces, descubro verdades infinitas, proyecto planes artísticos y elaboro mentalmente la lista de invitados a una fiesta. Cuando se publiquen estas líneas de ella solo quedarán los restos, las copas aguadas, los ceniceros y un suelo pegajoso que fregar.
En los crisoles de humanidad, en los museos, los aeropuertos, las estaciones de tren, me invade una curiosidad infinita por la gente, sus historias, gestos, conversaciones. Estoy sediento de gente, no como devorador de cuerpos, sino como alumno apasionado en su materia. Podría sentarme en un banco horas y horas a observar. Esa pausa también hace de espejo: observando a la gente me observo a mí mismo, detengo la vida, la disecciono, la suya y la mía. Si todo es tránsito no existe un camino. El camino exige detenerse alguna vez.
A mi espalda quedan Recoletos, la Gran Vía, Chueca, Chamberí. Cada barrio con su idiosincrasia particular, sus códigos humanos, sus pocos metros que alteran enormemente según qué cosas de una calle a otra. Barrios más lejanos la alterarían más, estoy seguro, pero este despreocupado paseo es el paseo de un joven pijo sin piernas de maratoniano. Ya habrá quien narre los otros. Estos son los que yo puedo contar.
Mientras tanto ha caído la noche. Tengo los ojos secos de mirar. Mi paseo toca a su fin. Llego a casa y corro con avidez al móvil, tembloroso de abstinencia, y cuando ya voy a perderme entre Instagram y el mail me acuerdo de a qué he venido aquí, o de dónde vengo, y me siento a escribir unas líneas para fijar este paseo en el tiempo, para no dejarme ir, para dar fe y emoción de esa auténtica soledad, perdido entre la gente, que es la menor soledad de todas. La gente existe, es magnífica, interesante. Me da una fuerza y alegría enormes salir a su encuentro. Todo lo que dicen es cierto. La gente es la leche.
FLECHITA PARA ARRIBA
Me está gustando bastante la nueva entrega de Juego de Tronos. Hay muchas cosas a destacar, pero entre todas ellas sin duda elijo a Milly Alcock, que hace una Rhaenyra Targaryen hipnótica. Gran casting, sí señor.
FLECHITA PARA ABAJO
Con el segundo número uno consecutivo a Dabiz Muñoz en The Best Chef Awards algunos han vuelto a sacar la polémica por la subida de precios en DiverXo. Desde la dueña de un bar de menú del día hasta el community manager gracioso, todos han querido apuntarse el tanto de la campechanía y lo simplón. Por ese dinero te doy de comer, de cenar, y te pego un meneo si hace falta, jajaja. Qué solitaria es la cima y qué puto amo es Dabiz.