A ver. A veces me siento como un abuelo moralista, señalando cosas de nuestro tiempo y diciendo “no me convence, no me convence”. Por suerte no pienso que en mi época todo era mejor, porque esta es mi época y me parece buena. Del mismo modo, no puedo evitar sentir que expresiones que antes resultaban honestas ahora se han transformado en una versión superficial de sí mismas. ¿Quizás es simplemente el signo de los tiempos? He estado releyendo El Gran Gatsby en los últimos días. Me ha consolado. El libro no es ni mucho menos una celebración de los desmanes de la llamada “era del jazz”. Tiene un halo delicado, evocador, sí; pero por encima de todo es una crítica de su protagonista, Nick Carraway, a la frivolidad del Nueva York de los años 20. A su banalidad.
Madrid es nuestro Nueva York, una ciudad en la que todo vale y, por tanto, todo es posible. Hace unos meses, la cuenta de @bernabeu comenzó a publicar los conciertos que se iban a celebrar en el estadio. Sigo alucinado con las cifras. Karol G, camino de los 4 sold-outs (a ojo, unas 250.000 entradas), con un precio medio de 100€. Luis Miguel, 2 sold-outs con entradas reguleras de grada a 200€ de media. Taylor Swift, reina del pop, masa madre: sacará segunda fecha en breves y volverá a hacer otro sold-out en cuestión de segundos y solo para los que accedan a la preventa de la preventa de la preventa.
No solo el Bernabéu es testigo de este inédito fervor musical. El otro día Dani Martín se vendió 7 WiZinks enteros (más de 100.000 entradas) en menos de 24h, para una serie de conciertos que tendrán lugar… ¡A finales de 2025! Para cuando se publique este Sonajero supongo que irá ya por el octavo o el noveno. Y así otros tantos casos.
España es mejor que, por ejemplo, Inglaterra, en casi todo lo importante: la gente es más guapa y más amable, se come mejor, el clima es estupendo. Pero en cultura musical, perdemos por goleada. ¿Entonces de dónde sale este ejército de personas que daría un brazo y un riñón por acudir a un concierto? Pues del mismo sitio que los que hace dos veranos acudieron en masa a ver a Coldplay en París: de Instagram.
Desgraciadamente, el atractivo de la música en directo ya no es escuchar música en directo. Es poder decir “yo estuve ahí”. Tener la medalla, la distinción, sentirse parte de un grupo de gente. Para tal fin hacen falta estadios. Algo como una sala mediana (sin trucos y con los músicos tocando instrumentos y ya) tiene poquita sustancia. Es poco vendible.
Hasta hace nada había sido un asiduo de los festivales, el otro gran formato del “yo estuve ahí”. Creo que los voy a abandonar. No me gusta que me maltraten, que me arrastren como un borrego. Tampoco me gusta tener la sensación de que la música es una excusa para que me enchufen otros doscientos productos hasta que me explote el hígado y me convierta en foie gras.
Quizás es simplemente la edad. Este año cumplo treinta. Pero me resisto a no fiarme de mis sentidos y asumir que, simplemente, estos ya no son mis códigos. Que el mundo avance no significa que progrese. Además, ¿qué es el progreso? Puede que cumplir años no sea más que eso. Desprenderse de lo banal. Me quedo en las salas de conciertos. Con la gente a la que le gusta la música. Me quedo con la música y no con el evento.
FLECHITA PARA ARRIBA
Este viernes se ha re-reestrenado en cines (así como lo oyes) el mejor concierto de rock jamás filmado: Stop Making Sense, de Talking Heads. Pertenece a ese selecto género de cosas de las que no me cansaré nunca. Y no es nada banal.
FLECHITA PARA ABAJO
El miércoles pasado presencié en el propio Bernabéu el mayor bodrio de partido que han visto mis ojos. Qué flojo el Real Madrid. Pero, dentro de la miseria, la mayor grandeza de todas: aun así, pasamos.
Joder, gracias Santi por esta reflexión. A mi ultimamente me estaba invadiendo una sensación como si un enorme Godzilla del consumo musical hubiese invadido el humilde pero plácido jardín que ya desde hace un tiempo había empezado a degradarse. Este Godzilla venía sin pieda a destrozarlo todo con sus enormes pezuñas. Wizinks, Bernabeus, Rivieras... Real Madrid, Barça... PP, PSOE... Todo el mismo monopolio de unificación de poder, y la pérdida de lo cercano, lo íntimo, lo profundo, lo torpe o lo casero... no sé, reflexiones abstractas adyacentes a tu Sonajero que me ha recomfortado!
Increíblemente cierto, de principio a fin.