En la vida hay una serie de adhesiones inquebrantables que, de manera un poco irracional, marcan nuestro devenir. El ejemplo más evidente es el fútbol: una elección inocente en la infancia, muchas veces decidida por nuestros padres, nos condena a una forma de ser y de sentir. Soberbia si se es madridista, sufridora si se es atlético, victimista si se es culé. Aunque no queramos (y aunque todos seamos especiales) el equipo marca inconscientemente nuestro ADN. Otra de ellas, que también nos define, es el lugar de veraneo. Cómo decidimos pasar las vacaciones dice mucho de nuestra forma de ser.
En España hay dos veraneos posibles: Atlántico y Mediterráneo. Sé que no es lo mismo Santander (que en realidad es Cantábrico) que Vigo, ni Ibiza que Cadaqués. Pero vienen a ser dos en el imaginario colectivo: uno de sol, pinares, hielo y guiris; otro húmedo, recogido, de marisco y sudadera nocturna. Y, de alguna forma, hay que elegir, como se es un poco más de izquierdas o de derechas, de Javi Ambrossi o Javi Calvo.
Comienzo por el más evidente. “Mediterráneo”, en nuestra cultura, es un axioma indiscutible, casi tanto como “mar”. Todo en mediterráneo nos remite a lo bello y bueno. La dieta mediterránea es la más saludable. Las Lays Mediterráneas son las más deliciosas. Hay hasta un “Mediterráneo moral”, una corriente de pensamiento tuitera que se echa encima unas olivas y un par de estatuas para tener algo de sal.
Yo soy mediterráneo en tanto en cuanto me gusta la gente, el arte, la tragedia y el sol. Pero en verano, cuando más tiempo tengo para disfrutarlo, es cuando más ajeno lo siento. Escapar en agosto de Madrid significa alejarme de sus cosas que gustándome, me acaban cargando: la competición, las aglomeraciones, el estrés. Yendo al Mediterráneo siento que caigo un poco a lo mismo, pero con mar. Las carreras por aparcar, el circuito cerrado de pubs para las masas de guiris, las reservas con semanas de antelación. Todo el mundo corriendo a disfrutar.
Además, los sitios teóricamente increíbles como Ibiza no me gustan porque no tienen secretos. El único secreto es tener dinero. Todo está a la vista y a la venta. Creo que el verano atlántico –y aquí voy yo con mi personalidad– sí que los tiene, sitios vacíos o que nadie conoce, aunque el precio por tenerlos sea que se oculten bajo un manto de lluvia o niebla a veces muy espeso. Es más auténtico. Eso es lo que defendemos los atlánticos. La autenticidad. Al llegar a Formentera a todo el mundo se le sube el velero a la cabeza. En el norte, el agua helada de la ría baja un montón los humos.
En Ibiza he visto a camareros hacer piruetas o portar bengalas o conseguir el número de David Guetta. En Galicia, una chica madrileña se acercó a mi amigo que atendía las mesas y con los ojos brillantes le preguntó “Ahora eres camarero, pero ¿qué quieres ser después? ¿Cuáles son tus sueños, tus metas? ¿En quién quieres convertirte?” a lo que mi amigo respondió “no me toques los huevos”.
Puede que mi gran objetivo en verano en el fondo también sea ese: que no me toquen los huevos. No quiero estar. No quiero figurar. A lo mejor es que mi mayor vanidad es, precisamente, que no se note mi vanidad, vivir por encima de ella. No lo sé. Pero uno tiene que ser fiel a sus inclinaciones. Y es en esas mañanas brumosas del norte, en las que apenas se ve nada, en las que siento que rozo el fin último del verano, su gran placer: por unos días, desaparecer de la faz de la Tierra.
FLECHITA PARA ARRIBA
Tampoco quiero pasarme de alabar el Atlántico para que siga siendo un poco secreto, pero la mejor playa de España está ahí. Se llama Carnota, en Finisterre. Los pocos días buenos buenos de sol es un lugar en el que se puede rozar el cielo.
FLECHITA PARA ABAJO
En estos días de Eurocopa, Google me sugiere (mi algoritmo sabe cómo enervarme para que haga click) esta noticia de 2008. En ella le preguntan a Urkullu (PNV) y a Puigcercós (ERC) con quién van en aquella edición del torneo. Urkullu responde Rusia (?) y Puigcercós, Turquía (¿?). Que tu identidad se base en ser anti algo siempre te lleva por el camino del ridículo.
Soy de Madrid y del Madrid pero sin humos. Vivo en Gran Canaria y toda la vida vacaciones en el Atlántico por los motivos que enumeras. Sólo decirte, por si alguna vez te apetece cambiar no de océano sino de clima, que hay islas como El Hierro, que he visitado recientemente, con un solo semáforo, con pineda, poca gente, mar cristalino y en ocasiones, casi a diario, puedes disfrutar de las 4 estaciones en un mismo día si te mueves un poco por la isla. En realidad es un panorama bastante común en Canarias, más acentuado en algunas islas. En Galicia Vigo me encanta para unas vacaciones en verano. Buen domingo!
No hay verano como el del norte 💙