El domingo por la mañana, en pijama, estaba discutiendo con mi novia de aforismos (no siempre es así, podríamos haber estado perfectamente hablando de memes o vídeos chorras). Todo esto porque, tras leer durante cinco minutos la copia de las Meditaciones que ella tenía encima de la mesa, dije que quizás yo debería escribir un libro igual. “Podría ser un gran libro”, insistí, mientras la miraba remover el café. “Y se vendería guay”.
“Santi, tú haz lo que quieras, por supuesto. ¿Pero no crees que eres un poco joven todavía?” me respondió. Luego dio un sorbo al café. La luz del fin de semana iluminaba su salón y desnudaba mis ganas de ser alguien trascendente. ¿Quo vadis, chaval?
Ella tenía razón y a la historia de su parte. Desde siempre se ha asociado experiencia con sabiduría. Jesucristo no salió a predicar hasta los 30 años, edad en la que un hombre de la sociedad judía se consideraba suficientemente maduro. El propio Marco Aurelio redactó sus Meditaciones durante sus últimos diez años de vida. Montaigne se retiró a su castillo cumplidos los 38 años para, por fin en paz y alejado de la mirada pública, poder escribir sus Ensayos. Para escribir es indispensable vivir, o sobre todo haber vivido.
“Pero Isa, yo hay cosas que sabía con 19 años que ya no sé ahora. Cosas que eran completamente ciertas. He aprendido otras nuevas y no echo de menos las antiguas, pero la realidad es que las he olvidado”.
“Cosas que tenían que ver con la energía, la envidia o la ambición. Hoy sé más del poder, de la memoria o las crisis. También del placer y el equilibrio. En la juventud hay verdades poéticas. En la madurez hay verdades prosaicas. El aforismo es la poesía del ensayo”.
“Cada edad tiene su verdad. Para encontrarla se necesita honestidad, más que experiencia. Si uno se hace las preguntas pertinentes, si uno se enfrenta de verdad a ellas y las responde con integridad, siempre se encuentra en lo cierto. Puede que, pasados los años, responda exactamente lo contrario a lo que una vez dijo. Y ambas serán igual de verdaderas”.
“Mira a Rimbaud. A los Rolling Stones, a Bob Dylan. A Lorca. Egon Schiele. Toda su verdad fue juvenil”.
Isa me escuchaba divertida: su novio quería arreglar el mundo ya en el desayuno. Se sirvió un poco más de café. Qué mañana tan bonita de otoño. No hacía ningún frío y de los árboles todavía colgaban algunas hojas naranjas. El día tenía muchas cosas por delante: iríamos a comer, daríamos un paseo. Luego teníamos entradas para ver al Madrid en el Bernabéu, un partido menor, pero a una hora buenísima. Iba a estrenar un abrigo nuevo. Íbamos a ver alguna tienda chula, planificar algún viaje futuro. Las garras del lunes todavía estaban lejos.
“Mi amor, me parece genial. Y si lo haces, yo lo leeré encantada”.
Yo nunca escribiría aquel libro. La mañana era demasiado bonita y mi novia demasiado lista. Para aplacar a un viejo hay que llevarle la contraria. Para aplacar a un joven, basta con darle la razón.
FLECHITA PARA ARRIBA
Hace un par de días fuimos a ver en directo a los espectaculares Lemon Twigs. Un puntazo de banda.
FLECHITA PARA ABAJO
Estos días se ha celebrado la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), la más importante de habla hispana y la segunda más importante en general. Además, España era el país invitado. Con la cantidad de lazos y de patrimonio común –de los que esta feria es depositaria y altavoz– resultan todavía más sonrojantes las declaraciones recientes de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, repitiendo como un loro las mismas paridas que su predecesor López Obrador. La cantinela de que hay que pedir perdón por la Conquista no solo aburre: también es un insulto a la inteligencia y la concordia.
Yo también leería ese libro encantada si lo escribieses! 🙋🏻♀️
Tuve la suerte de vivir en el DF del 2004 al 2009, con AMLO de jefe de gobierno hasta el 2005 y candidato a las presidenciales del 2006 que perdió por medio punto. Casi ningún país se merece a sus políticos. En el caso de México esta frase es llevada al extremo.